Muestra del amplio abanico de culturas que han participado en la formación de Panama y de su condición de lugar de paso a lo largo de la historia es la multiplicidad de etnias y razas que podemos encontrar en el país. El 67% de los panameños son mestizos (mezcla de indígenas con blancos)
o mulatos (blancos con negros), el 14% son de raza negra, el 10% de raza blanca, el 6% indígenas y queda un 3% de personas con orígenes étnicos muy variados.
Los indígenas superan los 400.000 habitantes de un total de 3,5 millones, y como hemos visto, se dividen en siete pueblos: los Kuna, que habitan las costas y las islas del Caribe en la zona de San Blas; los Emberá y los Wounaan, localizados cerca de la frontera con Colombia y en las cuencas de los ríos Chagres y Gatún y en provincia de Colón; los Ngäbe y los Bugle, que comparten la zona comprendida entre Bocas del Toro y Chiriquí; los Naso, residentes al oeste de Bocas del Toro; y los Bribri, que habitan la zona fronteriza con Costa Rica. Los territorios indígenas están delimitados y la legislación establece la propiedad colectiva de las tierras y el uso colectivo de las mismas, las cuales no se pueden embargar ni adjudicar a otro propietario. El Estado panameño mantiene, además, políticas de seguridad públicas en defensa de la población indígena en sus respectivos territorios.
Estos pueblos tienen sus asentamientos en zonas rurales y selváticas, mientras que el 59% de la población del país reside en centros urbanos. La tasa de natalidad supera con mucho la de mortalidad, lo que habla del progreso y la prosperidad, que poco a poco llega a Panama.