Las ventanillas bajadas, las gafas del sol puestas y cantando la canción del verano pasado que ahora mismo suena en la radio, giramos a la izquierda. Después de varias horas de viaje a lo largo de la Panamericana nos dirigimos hacia la costa pacífica. Viajar por Panama en coche de alquiler ha sido la mejor decisión – la mayoría de las carreteras están en buen estado, la gente que te cruzas en el camino es amable, el trayecto esta rodeado de naturaleza abundante y vistas espectaculares y nosotros viajamos más libres en nuestra luna de miel, decidiendo cada día cuando salimos y hacia dónde vamos.
Boca Chica
Podéis explorar las playas cercanas viajando en lancha de una isla a otra, leer a la sombra de una palmera o bañaros junto a estrellas marinas e infin...Leer más
Información de reserva
Este destino aparece en 2 de nuestros circuitos:
- Sueños entre Caribe y Pacífico / 12 DíasDesde2.560 €Naturaleza y Playa / 11 Días
Dejamos atrás el bonito pueblo de Horconcitos con sus típicas casas bajas, muy parecidas a las cabañas, sus jardines coloridos y sus tranquilos habitantes que disfrutan de la tarde sentados en la sombra de sus porches. Miro el nuevo anillo brillando en mi mano derecha y por un momento me imagino viviendo en un lugar así, remanso de paz en plena naturaleza, dentro de unos 30 años con mi querido marido. Pero paso a paso, primero nos estamos acercando al próximo destino de nuestro viaje de novios. Solo faltan 30 minutos para llegar a Boca Chica, un pueblo aún más pequeño. Al final de la calle principal se encuentra el muelle con un pequeño bar de puerto, el sitio más atareado del pueblo. Claro, el Parque Nacional Marino Golfo De Chiriquí es famoso entre pescadores de todo el mundo; aquí se pescan grandes especies como marlines, peces vela y bonitos. Seguimos hasta nuestro hotel a las fueras de Boca Chica y allí nos dan la bienvenida con noticias muy buenas: el hotel no está lleno y como ya les habían informado de que estamos en nuestra luna de miel, nos dan una habitación mejor a la reservada. Llegamos justo a tiempo a nuestra confortable cabaña para disfrutar del atardecer en nuestro jacuzzi privado desde una colina enfrente del mar, brindando con una copa de vino blanco frio.
Después de una primera noche perfectamente descansada en Boca Chica y un desayuno con frutas, huevos y pan recién hecho en el restaurante al aire libre, la lancha del hotel nos lleva a las islas Gámez y Bolaños. En ambas islas nos espera arena blanca y finita con un telón de fondo de manglares verdes. Aparte de las dos parejas más del hotel y nuestro capitán, solo nos encontramos con un grupo de cuatro chicos locales que suben a las palmeras con una facilidad impresionante y que encima nos cogen y abren un coco para beber su agua dulce y deliciosa. Por lo demás solo nosotros y la naturaleza. Un baño en el mar y nos vamos a dar un paseo por la isla. Cogidos de la mano, con los pies en el agua, y las hojas de las palmeras rozándonos suavemente, decidimos sentarnos en un lugar especialmente lindo, nos sonreímos y realmente nos sentimos muy felices de estar aquí juntos hoy.
En la cena, un matrimonio canadiense nos invita a su mesa. “Jeff, si hubiéramos sabido de Boca Chica hace 20 años, nos hubiéramos pasado por aquí también, no!?” pregunta la señora con una mirada soñadora a su marido. “Seguro, darling.” contesta Jeff. Los dos nos cuentan que son aficionados a la pesca y que ya es la quinta vez que están aquí. Como se acerca su jubilación están pensando en comprarse una casa aquí para mudarse del norte frio de Canadá a tierras más tropicales. Parece que no soy la única que al ver este sitio tan precioso piensa en quedarse.