Como siempre, me había quedado dormida en el avión y estaba sonriendo medio soñando medio despierta en espera de Bocas del Toro. No me despierto del todo hasta que una mujer me da un codazo, abro los ojos y miro directamente por la ventanilla redonda del avión. Debajo de mi está el Caribe, se ve cómo rompen las olas justo a nuestra altura. Más mar adentro el color del agua es azul oscuro, más cerca de las costas y playas, brilla más claro. Algunos barcos de vela que están fondeando entre las islas cubiertas de verde parecen juguetes. Despacio nos estamos acercando a un trozo de tierra más grande, veo una ciudad pequeña y un instante más tarde la pista de aterrizaje de la isla Colon.
Bocas del Toro
¿Por qué entonces “Bocas del Toro”? ¿Por el fuerte oleaje del mar golpeando los peñascos en la vecina Isla Bastimentos, que recuerdan el fuerte bram...Leer más
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Este destino aparece en 5 de nuestros circuitos:
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Bocas del Toro nos recibe acogedor y relajado. En el taxi suena, como no podía ser de otra manera, Reggae, y una concha colorida se balancea a su propio ritmo colgando del retrovisor. Justo cuando nos reclinamos para disfrutar del viaje, ya hemos llegado, porque el pueblo de la isla dónde está el aeropuerto, es bastante cerca. Nos damos prisa dejando las maletas en el hotel, todavía es pronto y queremos aprovechar el día. Un buen amigo nos ha contado un montón de cosas sobre la isla Bastimentos, la isla vecina de Colon, y su ambiente especial. Nosotros también nos damos cuenta de que según avanza el día, más gente hay en la calle, algunos descalzos con la tabla de surf debajo del brazo, algunos con gafas de sol y de paso tan relajado que dejan pistas de la última noche de fiesta. Bocas del Toro tiene mucha fama. Es uno de los lugares más bonitos de Panamá con playas de ensueño y el feeling de vacaciones en el Caribe. Al mismo tiempo, seguramente justo por eso, el archipiélago es un bastión del turismo. Por eso hay que moverse un poco para descubrir la belleza, alejándose de los bares y tiendas de surf.
15 minutos más tarde atraca nuestro watertaxi en la Isla Bastimentos. Los habitantes afrocaribeños nos saludan en Guari Guari, un idioma criollo, mezcla del español e inglés. Hay niños jugando al futbol en la carretera del pueblo, entre las casas pintadas de amarillo, azul y verde. Aquí no hay coches, el tráfico se limita a perros, pollos y ciclistas. El balón viene hacia mí y juego algunos minutos con los niños. En una pausa les pregunto por la mejor manera para llegar a la playa y directamente algunos se declaran dispuestos a acompañarnos un poco. Entre risas bajamos la carretera del pueblo hasta una señal que indica „Wizard Beach“hacia la izquierda y a partir de ahí caminamos solos por la selva hasta la playa. A mitad de camino una mujer nos ofrece tomar unas pipas en su jardín, donde habita una marmota. Nos refrescamos con agua de coco fresquita y llegamos después de 30 minutos a nuestro destino. Arena blanca, el ruido del mar y sol – ese es el sueño de vacaciones en el Caribe. Mientras mi mujer se sienta en la sombra de una palmera, yo salto con ganas las olas, buceo y me dejo llevar por el mar hasta la playa. Tal vez debería intentar surfear alguno de los siguientes días, ¿verdad?
Después de una noche con lluvia tropical, las palmeras en el jardín brillan por la mañana con frescura. En un grupo pequeño empezamos a dar una vuelta en barco por el archipiélago. Pasando islas de manglares deshabitadas, con una parada corta en la laguna Bocatorito para saludar a los delfines, nos cuenta el capitán Alberto, que ha nacido aquí y lleva más de 10 años llevando a turistas a los sitios más bonitos de su tierra.
Cayo Zapatillas pertenece 100% a estos lugares. Un juego de colores entre turquesa-azul, verde-palmera, blanco-arena y sol-dorado. Apostaría a que aquí se inventó la palabra chilling. Uno desea poder quedarse aquí, en esta isla 3, 4, 5 o infinitas noches en un bungalow pequeño. Sin embargo en el paraíso no hay bungalows, y la verdad, que al final es mejor así, porque sólo estorbarían a la naturaleza.
Por eso continuamos con nuestras vacaciones activas de playa; exploramos el archipiélago en barco durante los siguientes días, en bici (Bluff Beach) y en autobús (Starfish Beach). Cuatro días y algunos cocteles de ron nos llevan a sentarnos finalmente a comer en el bar „El Chicho“ y probamos el Rondón, una sopa de pescado típica del Caribe. Es nuestra última comida en Bocas, antes de subirnos al avión a Panamá City. Solamente después de algunos días en la isla uno tiene la sensación de formar parte de la vida aquí. Alberto, nuestro capitán de barco pasa y le saludamos como despedida.